El médico sobrecargado:Fonendos al límite

Artículo publicado en "La vanguardia" de Barcelona ayer 02 de abril de 2006. Autor:FRANCESC-MARC ÁLVARO
El médico sobrecargado:Fonendos al límite
El sindicato Metges de Catalunya -mayoritario en el sector- ha impulsado una huelga masiva de tres días en la sanidad pública catalana. Los médicos reclaman un incremento de las plantillas ante al aumento de usuarios, una jornada de no más de 48 horas semanales y un convenio laboral propio...

Antes (quiero decir, en ese tiempo indeterminado, inconcreto y pretérito que llamamos antes), un médico era visto como el médico y nunca como el acomodador del cine de barrio. El médico era visto, escuchado y tratado como el portador de una sabiduría única, especial y superior. Antes, a los médicos (como a los maestros de escuela) se les consideraba lo mejor de la sociedad, figuras dignas de imitación. Ese galeno de antaño carecía de los avances del facultativo actual, pero, en cambio, disponía de más tiempo. Antes, la gente se moría con mayor facilidad y la sanidad no llegaba a todo el mundo, pero sobraba tiempo. Hoy, hemos alargado la vida, hemos mejorado su calidad, hemos universalizado el derecho a la salud, pero falta tiempo. Se multiplican las cartillas sanitarias, se llenan a toda hora los centros de atención primaria (CAP), van repletas las listas de intervenciones quirúrgicas y, al final, en la última trinchera, está el médico, solo ante un enfermo al que hay que diagnosticar en seis minutos como máximo. El médico sobrecargado está quemado porque la sociedad y la Administración ven en él una pieza más de un enorme engranaje sobre el cual se posan todas las miradas. Un engranaje que cada día debe atender a más usuarios. Yson usuarios que multiplican sus demandas y esperan que se les atienda de cualquier dolencia, sea grave o insignificante. George Ritzer, a propósito de lo que él llama la mcdonalización de la sociedad, ha descrito a los mcdoctores como aquellos profesionales de la medicina atrapados en una trama burocrática que les supera y que les convierte en "empleados de una oficina de expedición". La media de visitas realizadas en un día por un médico de un CAP es de 24 pacientes. Esta versión fast-food de la medicina está llegando a la saturación y proletariza a un colectivo que no puede permitirse trabajar en una precariedad que alimenta el riesgo de error, el cansancio, el desánimo y la quiebra de las vocaciones. En las salas de espera hay personas, no objetos. Los médicos realizan, junto a los docentes, la tarea social de mayor riesgo, de la cual esperamos todos una excelencia, porque nos va en ello lo más importante. No es por casualidad que el célebre tango coloca la salud por delante del dinero y del amor. Si fallan los medios que deben acompañar, facilitar y potenciar la labor de los médicos, sólo nos quedará confiar en los superhéroes, en los santos y en los robots. Aunque muchos médicos hacen guardias extenuantes y mal pagadas, no son superhéroes. Aunque aguantan agresiones e improperios con estoica paciencia, no son santos. Aunque salvan con entrega y responsabilidad los déficits del sistema, no son robots. Llega el día en que el estrés y la presión se meten por el cogote y el médico llega al límite, como llega al límite su bata blanca y su fonendo. ¿A quién no le ha llorado amargamente alguna vez, entre un resfriado y una gastritis, su médico de cabecera? Medio confesor, medio asesor de inmigración, medio policía, medio consejero familiar y medio educador cívico, el médico de la sanidad pública debe atender tantos frentes en tan pocas horas que se comprenden sus demandas: aumento de las plantillas, reducción de jornada (guardias incluidas) y un convenio propio que reconozca su especificidad. Eso que los políticos llaman Estado de bienestar siempre acaba teniendo una cara u otra. Si es la del médico, más nos vale que sea un rostro feliz y descansado. Para enfermos, ya estamos los demás...

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